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Fedra - Jorge Tobón
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“FEDRA” aborda la intimidad de una mujer que pone en cuestión el hecho de someter sus pasiones al criterio de los demás. La obra ahonda en una serie de prácticas emocionales entre Fedra  y su hijastro Hipólito y muestra cómo el hecho de seguir ciegamente esas pasiones, la llevará a vivir una tragedia. “FEDRA” viajará junto a los espectadores por un intrincado camino en el que preguntará sin modestias, si alguno sería capaz de morir, como ella, por conseguir eso que ama.

 

DURACIÓN:  1 hora

 

ESCRITA Y DIRIGIDA POR:

Antonio Usuga Monsalve

REPARTO

Alejandra Ciceri, Julieth Ospina, Sareth Tanus, Andrea Echeverry, Daissy Vera, Milthon Araque, Sebastián Rivera, Gozo Vital.


DISEÑO DE VESTUARIO

Santiago Aguilar.

DISEÑO DE LUCES

Felipe Ortiz

LUMINOTECNICA
Isabel Montoya


 


 

MUSICA ORIGINAL

Jorge Tobón

ASESORÍA CORPORAL 

Germán Gallego

Lorena Ospina.

 

COMUNICACIONES Y FOTOGRAFIAS
Sebastian Ribera

Myster E

Alejandra Ciceri

Andrez Ríos

Camila Pérez

 


Fotos: Andrés Rios.

Fragmento

Fedra

ACTO IV

ERA NIÑA Y ME COMÍ UNA ROCA DEL TAMAÑO DE UNA CABEZA HUMANA

 

 

 

FEDRA:

Soy Fedra.

Soy Fedra y cuando era niña me comí una roca del tamaño de una cabeza humana. Esa proeza tardó sólo dos días. Y sabes lo que soñé después de habérmela comido. Pues soñé con una roca que se convertía en una cabeza humana y soñé también que me comía esa cabeza. Sí, era una roca del tamaño de una roca. Y una cabeza humana del tamaño de una roca. Lo que no recuerdo es la cara que estaba en esa roca, en esa cabeza. Pudo haber sido la de mi hermano. O la de papá. Ya no lo recuerdo. Cuando era niña comí mierda al lado de mi papá y al lado del tuyo también comí mierda. Literal. A tu padre le gustaba verme corretear por ahí con los calzones cagados. Desde que me vio, apenas teniendo 6 o 7 años, unos dos años menor que tú, me escogió como su esposa. Desde luego le dijo a mi hermano mayor que me guardara para él hasta cuando yo tuviera la edad suficiente como para recibir el semen de un hombre grande, así como él. Como Teseo. Cuando era niña utilizaba como diccionario un libro que se llamaba simplemente así, El Libro. En ese libro creí, mal hecho (lo sé, lo sé), iba a encontrar el significado de algunas palabras importantes para mí en ese tiempo. Lo leí desde su origen y hasta el momento en que murió y lo volví a leer de atrás hacia adelante, capítulo por capítulo, sin omitir uno sólo de sus relatos. Trataba de encontrar en él el significado de palabras como bien y mal. Con esas dos palabras encontré, digamos, alguna satisfacción en su respuesta. Después quise saber, según mi diccionario, el significado de palabras como teta, verga, culo, vientre, papá, mujer y Teseo. Me decepcioné mucho cuando vi que no podía responderme algo tan simple. Entonces puse mi atención en las personas. Me dije, si un libro no puede responderme lo que significan algunas palabras, seguramente las personas si serán capaces de hacerlo. Finalmente El Libro fue escrito por algunas personas. O no. En fin, le pregunté entonces a papá el significado de algunas de esas palabras y él me respondió lo que pudo, lo que primero se le ocurrió. Pobrecito también, su mentalidad estaba anclada a una época en donde sólo estaba bien aquello que él hiciera, que él pensara, lo otro era mierda y según él, aburrido y malo. Malo. Muy malo. Malo. Paradójicamente las respuestas de papá con los significados de las palabras que yo quería conocer, tenían ese olor extraño que tiene lo aburrido. Sí, pobre papá, pero así es. Tenían ese olor extraño que tiene lo aburrido. Luego creí que los grandes maestros resolverían mis dudas. Como sabrás ellos nunca resuelven ni mierda. Por el contrario, te dejan perdido y te llenan de dudas y te arrojan sin ropa en la mitad del desierto. Que, por qué los grandes maestros, es decir, los que sí saben lo que significa el bien, el mal, lo que es una puta, las tetas, la verga, el culo, el vientre, papá, mujer y Teseo, te arrojan en mitad del desierto sin ropa. Es simple. Porque te despojan de todo, de todo, incluso de eso que crees querer y luego, viéndote despojado de todo, te preguntan, sabes dónde está tu ropa. Lo de la ropa es una metáfora vulgar, de esas que aprendí leyendo El Libro. Cómo me aburrió que alguien quisiera arrojarme al desierto y quisiera jugar conmigo de esa manera sin entregarme nunca el significado de palabras tan simples como teta, verga, puta, culo, vientre, papá, mujer y Teseo. Volví otra vez con mi atención a los libros. Ya sabes, la curiosidad de saberlo todo. O por lo menos, la parte de ese todo que me corresponde. Leí El Principio remoto de los nombres de las cosas. Leí El libro malo de los buenos. Leí El libro del Todo. Leí El libro muerto del amor. Leí El relato de la nada. Leí El libro de los nombres perdidos. Leí Los exámenes apócrifos de las cosas. Leí El libro del desorden, donde se puede encontrar un mediocre ensayo titulado Los relatos de terror sólo existen en la cabeza de los gatos. Según ese mediocre ensayo, la obra de arte nace el día en que su creador muere. Eso indica que el grado de significación de las palabras adquiere valor en el instante mismo en que la obra de arte, de la cual se extraen esos significados, queda huérfana y al amparo de la humanidad. Pobrecitas. Pobrecitas las obras de arte que quedan huérfanas. Y las palabras con las que se nombran esas obras de arte. Estoy segura que todas las palabras no son más que meros objetos olvidados en un rincón de una casa, como esta. Sí, son cosas arrojadas al basurero. Perros callejeros esperando amo y la calle oscura y peligrosa que está. Pobrecitas. No saben a qué boca irán a parar. En malas manos, o mejor dicho, en malas bocas, esas palabras se convierten en bombas de tiempo dispuestas a asesinar sin remordimiento alguno, a quien consideren sus enemigos. En fin, ninguno de esos libritos fue capaz de responderme nada. Nada. Nada. No me respondieron nada. Ni mierda. Nada. Ahora, afortunadamente, ha llegado quien pueda ser capaz de responder lo que pregunto. Se trata desde luego de tu padre. Sí, de tu papá. Eso me alegra demasiado.

Él es un tipo noble y radical. Aunque ahora le guste alucinar y soñar banalidades. Debe de ser la edad. Los años. Ahora dice estar en contra del mundo. De todo. Ha comenzado su campaña desprestigiando el aborto, los gays y las lesbianas y los zoófilos y los trans y las putas. En contra de todo eso está. Quién lo creyera. Deben de ser los años. Como todos le temen y hacen lo que pida, mandó separar toda la obra completa del que escribió Los exámenes apócrifos de las cosas, obra que leyó con tanto amor en su juventud y la incineró en el patio de su casa del campo, cuando supo por una carta perdida que encontraron entre un cuaderno de notas del escritor, que el escritor era cacorro. A las putas sólo las adora en la intimidad de su baño. Yo misma lo he visto hacer y deshacer el mundo acompañado de alguna de ellas. En la vida pública las odia. Las aborrece. Aunque a veces en la vida privada también. Una vez, lo sé, esto me lo contó uno de sus escoltas, secuestró a una y la llevó a su hacienda en el campo. El tipo me cuenta que le dio hasta por el culo. Que cuando se le eyaculó en la cara, la tomó del pelo y la arrojó en mitad de un patio con piso de piedras. Le dijo oraciones en latín, en el original, sino estoy mal dicen que otras oraciones las pronunció en griego, en arameo y algunas en hebreo vulgar y luego con un mazo le golpeó la cabeza. Que cuando la mujer cayó al suelo le marcó las tetas con una navaja caliente. Que puso en cada teta una P mayúscula, P de puta, y que la marcó como se marcaba a las mujeres en una novela que estaba leyendo por esos días. Que luego la roció con gasolina, pidió a uno de sus ayudantes traer el escritorio, papel como para escribir un libro y una docena de lápices rojos. Que se sentó frente a la mujer en el suelo. La tipa no reaccionaba. Cuando la mujer se despertó, perdida, mirando como borracha lo que pasaba a su alrededor, Teseo encendió un fósforo y lo arrojó sobre ella. La mujer apenas supo lamentarse mientras se quemaba. Las llamas tocaban las pestañas de Teseo pero él apenas si se corrió unos centímetros de ella. Mientras la mujer ardía, Teseo escribió El tratado de las putas y los limpios también y un compendio completo de leyes que el mismo aprobaría años después ya siendo quien es hoy.

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